Día 1. Pisa y Lucca.
Hicimos Valencia - Pisa con Ryanair y llegamos a las 12,30. En el aeropuerto fuimos a recoger un coche que teníamos alquilado y pusimos rumbo al Piazza dei Miracoli de Pisa, donde disfrutamos un rato con la famosa torre y todo lo demás. Creía que era más grande, pero es una torrecita inclinada muy apañada, que en realidad es el campanario de la catedral. Allí nos hicimos la famosa foto sujetando la torre. Mi marido se negaba a ser tan cutre como todo el bicho viviente que había por allí, pero a mí me pareció muy divertido.
La catedral -El Duomo- es muy bonita, con unas columnas impresionantes y lo mejor de todo, un pantocrator en el ábside precioso presidiéndolo todo. Me acuerdo de cuando estudié al pantocrator del románico.
Cuando nos cansamos de dar vueltas por ahí, comimos una pizza buenísima y le pusimos al GPS el siguiente destino: Lucca. Qué ciudad tan bonita. Está rodeada de una muralla muy ancha y poblada de árboles de diferentes clases que usan como paseo. Aquí nació Puccini. De hecho esa misma tarde había un concierto, pero cuando llegamos ya había empezado y nos lo perdimos. Como teníamos que pasar aquí la noche, en el B&B Ai Cipressi, aparcamos el coche en el mismo hotel y nos fuimos a pasear y a cenar. Nos sorprendió bastante esta ciudad por la cantidad de bicicletas que circulaban y por una feria alternativa de productos de la zona como aceite, mermelada, miel, quesos y vinos que daban un ambiente festivo muy chulo. Visitamos la Plaza del Anfiteatro, situada encima del anfiteatro romano y que conserva esa forma ovalada. Creo que es la única plaza de estas características de Italia. En fin, un pueblo muy recomendable.
Día 2. Florencia.
A Florencia le dedicamos todo el día, que bien lo merece. Es una ciudad preciosa llena de historia - y de turistas- donde vive, entre otros, el David de Miguel Ángel. Hubiéramos querido entrar a la Galleria degli Uffizi, pero la cola que había nos quitó las ganas. No pensé en que tendría que haber reservado las entradas por internet. Pero visitamos el Palazzo Vecchio, la Cappella Brancacci, y Tumbas mediceas en la Sacristía Nueva de la Iglesia de San Lorenzo, de Miguel Ángel, un mausoleo precioso lleno de símbolos del paso del tiempo y de la eternidad en el que el escultor jugó con las luces, las sombras, el espacio y el mármol, y que, además, es gratis.
Al acabar nuestra ruta cultural, dimos un paseo hasta el río Arno y nos encontramos con el Puente Vecchio, que parece ser el más antiguo de Italia y que está lleno de joyerías. Lo cruzamos con millones de personas más y nos tomamos un helado buenísimo y carísimo.
En cuanto al coche, seguimos la recomendación de un blog, y aparcamos en la Piazzale Michelangelo, en la colina Monte alle Croci, desde donde hay unas vistas espectaculares de Florencia y donde el parking es gratuito. Desde allí se coge la línea de bus 12 o 13 y te deja en el centro de la ciudad. Para comer fuimos al Mercato Centrale, cuya primera planta han habilitado de una manera muy chula para comer, al estilo del Mercado de San Miguel de Madrid.
La oferta es amplia y vas eligiendo en cada puesto lo que te apetece, pizzas, pastas, ensaladas, quesos, vinos, cervezas, y luego te sientas a comer en las mesas corridas habilitadas para ello. Genial.
Por la tarde, volvimos a por el coche, admiramos el atardecer sobre la ciudad y nos pusimos en camino hacia el B&B Podere Pendolino en plena Toscana, que fue nuestro cuartel general durante dos días. Es un sitio precioso rodeado de olivos y cuenta con un restaurante que nos gustó tanto que cenamos las dos noches que pasamos allí. Las verduras eran de su propio huerto, y el aceite de sus propios olivos y que hacían allí mismo. También tenían una cantidad de vinos exagerada, pero como no entendemos de vinos, es posible que no eligiéramos el correcto, pero estaba buenísimo igualmente.
Día 3. Lucignano, Pienza, San Quirico D'Orcia y Bagno Vignoni
Lucignano es un pueblo precioso. Paseamos por sus calles empedradas admirando las construcciones y la particular distribución de sus calles en anillos concéntricos sobre una planta elíptica.
Pienza nos sorprendió gratamente. Es un pueblecito perdido donde nació el Papa Pío II, y que quiso convertir en una ciudad renacentista. Al parecer costó una verdadera fortuna y el Papa se puso furioso cuando se enteró de lo que había costado, pero cuando lo vio pensó que había valido la pena. Lo que me llamó la atencióno es que en un pueblico perdido y lejos de cualquier ciudad grande de referencia hubiera esos palacios y esa catedral tan estupendos. Aquí nos pasó una cosa muy bonita. Nos sentamos a tomar un capucchino y allí cerca un artista callejero se dedicó a cantar ópera. Pero tenía una voz increíble, tanto que en cuanto terminamos fui a comprarle un CD y ya no le quedaban. En 10 minutos terminó con un montón de propinas y sin un sólo CD y aún no eran ni las 10. Me gustaría subir el vídeo pero al parecer es más largo de lo permitido.
San Quirico d'Orcia era igual de encantador. La estructura es la misma, una calle principal donde se ubican los edificios importantes. Aquí lo que había era un jardín maravilloso y enorme donde perdimos mucho más tiempo del que debíamos.
Bagno Vignoni es un pueblito muy chiquitín dedicado a las aguas termales. Hay un yacimiento de agua caliente sulfurada que brota del suelo ideal para tratar reumas y problemas de piel. En un par de blogs leí que no merecía mucho la pena, pero a nosotros nos encantó. El centro del pueblo es una gran balsa de agua por donde brota el agua y alrededor hay viviendas, un par de tiendas y restaurantes muy pintorescos. Allí comimos y después hicimos un recorrido circular por el monte y llegamos hasta una piscina natural en el río donde es completamente gratis darse baños. Nos gustó tanto que estuvimos allí un buen rato y cuando volvimos a coger el coche estábamos muy cansados. Encima el GPS nos gastó una mala pasada y nos perdimos la visita al siguiente pueblo: Monticchiello, que parece ser muy bonito, pero vistos tres, vistos todos. Volvimos a nuestro hotelito rural, descansamos un rato y nos arreglamos para bajarnos al pueblo a cenar, pero al final decidimos cenar allí mismo. Estábamos hechos polvo. Una bandeja de antipastos surtidos y una pizza buenísima. Cometí el error de pedir postre y me trajeron un cuerno de la abundancia lleno de nata y frutas que casi hizo que reventara.
Día 4. Siena, Monteriggioni, San Gimignango y Volterra
Este día prometía ser muy largo y teníamos mucho que ver, así que nos pusimos pronto en marcha. De Siena tengo poco que decir, es una ciudad muy sucia y lo único destacable era la plaza central, conocida por su espectacular entrada de caballos. Hay castillo, catedral, museo, pero hay que pagar para entrar a todo, así que hicimos la foto de rigor y nos fuimos de allí.
Monteriggioni es una especie de parque temático. Está en una colina, rodeado por una muralla. Dentro hay construcciones de piedra, algún jardín sin ninguna gracia y todas las casas son tiendas, restaurantes, el museo de la tortura y la oficina de turismo. En diez minutos lo tuvimos visto.
San Gimignano nos gustó mucho más. Es patrimonio de la humanidad y su característica principal es que hay muchas torres, a cual más alta. Al parecer en la Edad Media no había noble que no construyera su propia torre intentando superar en altura a la del resto en un alarde de poderío y riqueza. Llegó a haber más de 70 torres pero sólo quedan 15, y como está en lo alto de una montaña, es un espectáculo ver la ciudad ya desde la carretera.
Llegamos a Volterra y fuimos directos al Hotel San Lino, un antiguo convento dentro de las murallas de la ciudad con una piscina maravillosa. Lástima que no llevábamos bañador. El único inconveniente de este sitio fue que el wifi era muy malo. En esta ciudad se dedican al alabastro, y en la plaza principal hay una tienda con cosas preciosas. Yo no pude resistirme a comprar unos regalitos. Aquí tomamos un helado que había ganado el premio nacional al mejor sabor 2014, que ya ni me acuerdo de a qué sabía. Paseamos por las calles empedradas, nos asomamos a los miradores que ofrecen vistas espectaculares del campo toscano. Además los amantes de la saga Crepúsculo tienen en esta ciudad un destino muy curioso porque la autora sitúa en Volterra la casa natal de los vampiros malos.
Día 5. Aeropuerto de Pisa y a casa.
Han sido cuatro días intensos, nos ha hecho un tiempo muy bueno y hemos disfrutado de la belleza de los paisajes y los pueblos toscanos. Sin duda recomendaría este viaje y personalmente ya tengo ganas de volver y visitar todo lo que se me quedó por ver por falta de tiempo. En casa nos esperaban nuestros hijos y el perrito. Hasta la próxima.